¿Quién sabe?

¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
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1999 / 106 minutos / Francia • DCP (desde 35 mm) • Sonido stéréo

Esa tarde, quedaron para verse en los locales de la escuela y crear juntos un proyecto de espectáculo cuyo tema – o excusa, más bien – era la propia ciudad de Estrasburgo.

Pero, rápidamente, se vieron enfrentados a un gran número de dificultades: ¿qué historia contar? ¿cómo estructurarla? ¿cómo hacer teatro sin el soporte de un texto, sin personajes preexistentes? ¿cómo poner en común los diferentes elementos que cada uno había encontrado en la ciudad? ¿cómo transformar lo real para hacer que naciera la ficción? Y, ¿cómo trabajar juntos – ¡quince! – cuando se ha decidido no recurrir a los servicios de un director externo?

Unas cuantas preguntas que nos llevarán a evocar su relación con la ciudad, la política, las utopías, el teatro…

Unas cuantas preguntas que reflejan – como en un espejo – la propia dinámica del realizador, en una película que parte abiertamente en busca de su propio tema…

Amanece y nada ha cambiado o casi nada.

¿Quién sabe?

1999 / 106 minutos / Francia • DCP (desde 35 mm) • Sonido stéréo

Con los alumnos de las 30ª promoción de la Escuela del Théâtre National de Strasbourg (TNS).

Fotografía Katell Djian • Cámara Nicolas Philibert • Sonido Julien Cloquet asistido por Olivier Grandjean • Jefe eléctrico Olivier Régent • Montaje Nicolas Philibert y Guy Lecorne • Música original Philippe Hersant • Ayudante de dirección Dominique Perrier • Regiduría Cécile Bergès • Dirección de producción Gisèle Courcoux • Productor delegado  Gilles Sandoz • Una coproducción de Agat Films & Cie, La Sept ARTE (unidad de programas de ficción Pierre Chevalier), Teatro Nacional de Estrasburgo (dirección Jean-Louis Martinelli) • Con la participación del Centro Nacional de Cinematografía, de la Comunidad Urbana de Estrasburgo y del Consejo Regional de Alsacia.

Primera emisión televisiva: ARTE,  mayo 1999  • Estreno en salas en Francia : septiembre 1999

Cuando me propusieron que hiciera una película con los alumnos de la 30ª promoción de la Escuela del Teatro Nacional de Estrasburgo (1),  se me brindaba una oportunidad extraordinaria para enfrentarme a algo nuevo, aunque sólo fuera que, por primera vez, iba a trabajar con actores. Oportunidad más golosa si teníamos en cuenta que me dejaban total libertad de enfoque… siempre y cuando tratara de la misma manera a todos los alumnos de la promoción.

Esta obligación “igualitaria” resultaba ser más compleja de lo que parecía en un principio – ¡eran quince!  – por lo que enseguida decidí hacer del grupo el tema de la película: sin contar que, desde la primera reunión con ellos, me había sorprendido el espíritu colectivo que les movía. Seleccionados dos años antes, tras un examen de entrada particularmente duro, no se habían elegido unos a otros pero, como decía uno de ellos, habían aprendido poco a poco a «respirar, trabajar y crecer juntos». De ahí que existiera un sentimiento de identidad que no excluía, evidentemente, ni tensiones, ni momentos de gloria, pero que se traducía todo el tiempo en una atención constante de unos a otros. Podíamos ver en ello una manera familiar de protegerse del exterior, pero – ¡qué más da! – la energía que invertían en proteger la unidad del grupo casi despertaba ternura. Por eso les pedí que estuvieran presentes todos juntos, todos los días, en el plató.

En lugar de elaborar un guión detallado, con una historia, diálogos escritos y personajes para que los alumnos no tuvieran más que interpretarlos, había preferido dar al rodaje un carácter muy improvisado, siguiendo una trama que cabía en unas pocas líneas. La película contaba la historia de una larga noche durante la que trataban de sentar las bases de un (futuro) espectáculo en Estrasburgo. Evidentemente, “Estrasburgo” era más una excusa que un fin en sí mismo, el “depósito” del que podrían sacar el material libremente (documental o ficción) para poder expresar su propia mirada sobre el mundo.

Me disponía, por tanto, a filmar a quince aprendices de actores y escenógrafos pegándose con todo tipo de interrogantes; interrogantes que se plantearon con una mezcla de seriedad y candor, de ligereza y de profundidad: ¿cómo conseguir que nazca la ficción partiendo de la realidad que nos rodea? ¿La ficción puede hacerse eco de la Historia, en particular de las páginas más negras del pasado (haciendo alusión al campo de concentración de Struthof, en los Vosgos)? O incluso: ¿qué es un “personaje”? ¿Cómo trabajar sin el soporte de un texto preexistente, sin director ni mirada externa? ¿Cómo poner en común quince propuestas enormemente dispares? Un espectáculo, ¿puede cambiar la mirada del espectador?

Pero por mucho que la ciudad de Estrasburgo fuera una excusa, iban a tener que ponerse a ello de todos modos. Cuando se iba acercando el momento del rodaje, les pedí, por separado, que reflexionaran (individualmente, sin confabularse con los demás) sobre cómo podría ser este espectáculo, que se imaginaran las directrices artísticas que podían adoptar, los eventuales personajes y decorados, pero también que se documentaran sobre la ciudad, su historia y su geografía, las tradiciones culturales, la vida asociativa, las industrias, las instituciones europeas que tienen allí su sede… o, qué sé yo, el equipo de fútbol, los barrenderos, las fábricas de cerveza, los trabajadores que cruzaban la frontera, los parados, cualquier cosa… y, para ello, que recogieran testimonios, relatos, escritos, leyendas, fotografías, dibujos, estadísticas o cualquier otro elemento que pudiera servir para alimentar el proyecto.

De este modo, en los primeros días de rodaje, cada uno informaría a los demás de sus propuestas personales; luego, juntos, tratarían de articularlas para encontrar un tronco común…

1) ¿Quién sabe? forma parte de una colección iniciada por ARTE y el Teatro Nacional de Estrasburgo compuesta por las películas de cuatro cineastas, cada una de ellas rodada con todos los alumnos de una promoción de la Escuela del TNS. Las otras obras de la serie son: L’Age des possibles, de Pascale Ferran, 1995),  Culpabilité zéro de Cédric Kahn, 1996),  y ça, c’est vraiment toi !,  de Claire Simon, 1999).

¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
¿Quién sabe? - Nicolas Philibert
par Serge Chauvin
Les inrockuptibles - 20 mai 1999

« L’histoire d’amour entre le TNS et le cinéma se poursuit ; dans ce troisième volet de la collection “Génération TNS”, Nicolas Philibert apporte son bagage de documentariste, moins comme parti pris (la troupe est fictionnalisée, les comédiens jouent leur propre rôle, donc le réinventent) que comme méthode, qui recentre le film sur le travail concret de la création théâtrale   là où une Pascale Ferran, dans L’Age des possibles prenait avant tout pour sujet la jeunesse, comme le méconnu Pense à moi d’Alain Bergala choisissait l’échappée romanesque. L’enjeu se resserre donc autour d’un spectacle à faire, dans un dispositif réduit à un lieu et une nuit. Evidemment, cette vision du théâtre n’est pas neuve   les aléas de la création, les tiraillements esthétiques, les tensions personnelles, autant de passages obligés du genre   et on n’échappe pas à quelques discussions oiseuses (le théâtre est il affaire de personnages ou de situations ?), même si la caricature est volontaire. Mais le film comme la troupe ne manquent pas de justesse dans les scènes de fatigue ou les temps morts et atteignent à une vraie grâce collective dans le travail du geste comme dans l’unisson des passages musicaux. Surtout, c’est l’arbitraire même du point de départ qui finit par emporter l’adhésion. Car si on reste en coulisses, on ne sort pas du théâtre. Du coup, les comédiens sont contraints de réinventer un dehors et de prendre au sérieux l’ancrage de la troupe à Strasbourg. Quoiqu’en dise Philibert, la ville invisible est le véritable personnage de Qui sait ? Car le spectacle à monter est censé s’inspirer des observations des acteurs interrogeant l’identité alsacienne. Ainsi les clichés (les cigognes, la bonne bouffe) retrouvent ils leur pertinence, symboles d’exil ou souvenirs de disette, et la mémoire historique affleure (le camp du Struthof, les cloches imposant le couvre feu aux Juifs). Tels des aveugles de rencontre, les comédiens évoquent les parfums de la ville, sculptent la cathédrale dans le vide. Du haut d’un clocher d’illusion, ils décrivent le Rhin (côté spectateur), et lorsqu’ils baissent les yeux vers le parvis, la caméra les accompagne : pari gagné, pour le théâtre comme pour le cinéma. »

par Jean-Michel Frodon
Le Monde - 2 septembre 1999

« Le film commence avec l’arrivée, un soir d’hiver, des protagonistes dans le baraquement militaire désaffecté qui sert de local à l’école du TNS durant la réfection de ses bâtiments. L’histoire sera celle d’une nuit, pendant laquelle les élèves se seraient présentés les uns aux autres le résultat de leurs enquêtes dans Strasbourg, et auraient tenté d’en faire un spectacle. Cette nuit partagée   recréée par et pour le cinéma bien sûr, nuit rêvée, hachée de disputes, de fous rires, d’initiatives magnifiques ou saugrenues, de moments vides, de divisions et de retrouvailles, cette nuit est le scénario du film.

Ce scénario ne raconte pas l’histoire de la classe 30 du TNS, « sujet » du film, pas celle de Strasbourg, « sujet» des quinze enquêtes des élèves, mais l’histoire de la démocratie. L’histoire de « comment on fait quelque chose ensemble ». De la création d’une collectivité   de corps, de paroles, d’imagination. Le chant et la danse, la nourriture, le sommeil y ont leur part. Des rituels aussi. Cela se met en place par touches, pas du tout dans le symbolisme plat d’une démonstration, mais en construisant des personnages, singuliers, différents.

On est encore assez près de la scène pour songer à Brecht dans cette parabole de la communauté qui, sous les apparences du document brut, laisse assez de place à l’invention de chacun (dont le réalisateur) pour échapper à l’infernal paradoxe de la commande: sans renier l’obligation de montrer chacun « à égalité », la dynamique interne de cette nuit offre à chacun sa place, qu’aucun signe mathématique ne définit par rapport aux autres. Ils ne sont pas égaux, ils sont uniques, et respectés par le film en tant que tels. C’est le grand talent de Nicolas Philbert, son grand respect des gens – ceux qu’il filme, ceux qui regarderont son film  – d’avoir su modeler dans la pâte de la réalité cet objet imaginaire, aux formes légères, rieuses, émouvantes, baptisé Qui sait?

par Catherine Soullard
Revue Etudes - Septembre 1999

« Unité de lieu, de temps, et une trame minimale : à l’école, une nuit, les élèves -comédiens et scénographes – se réunissent pour mettre au point les bases d’un spectacle sur Strasbourg. Discussions, silences, apartés et détours, affrontements, regards, musique, tableaux vivants, marionnettes, petites formes où s’ébauchent des bouts de spectacles. Moments de grâce, d’ennui, d’envol ou de repos, le parti est pris de tourner sur le vif, de tout prendre, d’enregistrer le temps de la recherche et de la nuit, le temps de la fatigue, l’obscurité, comme ce qui échappe : la pétillance d’un regard, la révélation d’une voix, la fraîcheur d’une improvisation. C’est le parti de la confiance, de la tendresse et de la légèreté, celui des choses qui se disent en passant… C’est ainsi qu’il sera question de cigognes, de Delteil (1), de mariage, de camps de concentration, de vérité et d’engagement. Il y aura de l’accordéon, des danses, des chants, des sourires, des bouderies, et le rire vif et plein de Mounia qui éclate et s’impose, sans écraser pourtant ni fissurer la cohésion chaleureuse du groupe. Car, au terme du film, c’est cela qui s’épanouit : une juste intimité, une écoute attentive; une passion partagée et cette déclinaison du mot “ ensemble ” qui culmine très discrètement et très magnifiquement dans la scène finale de sommeil, d’éveil, et de joie. »

(1) Joseph Delteil (1894-1978) : poète, essayiste, romancier, auteur d’une quarantaine de livres, figure originale et anticonformiste de la littérature française.

par Catherine Souillard
Revue Etudes - Septembre 1999

« Unité de lieu, de temps, et une trame minimale : à l’école, une nuit, les élèves -comédiens et scénographes – se réunissent pour mettre au point les bases d’un spectacle sur Strasbourg. Discussions, silences, apartés et détours, affrontements, regards, musique, tableaux vivants, marionnettes, petites formes où s’ébauchent des bouts de spectacles. Moments de grâce, d’ennui, d’envol ou de repos, le parti est pris de tourner sur le vif, de tout prendre, d’enregistrer le temps de la recherche et de la nuit, le temps de la fatigue, l’obscurité, comme ce qui échappe : la pétillance d’un regard, la révélation d’une voix, la fraîcheur d’une improvisation. C’est le parti de la confiance, de la tendresse et de la légèreté, celui des choses qui se disent en passant… C’est ainsi qu’il sera question de cigognes, de Delteil (1), de mariage, de camps de concentration, de vérité et d’engagement. Il y aura de l’accordéon, des danses, des chants, des sourires, des bouderies, et le rire vif et plein de Mounia qui éclate et s’impose, sans écraser pourtant ni fissurer la cohésion chaleureuse du groupe. Car, au terme du film, c’est cela qui s’épanouit : une juste intimité, une écoute attentive; une passion partagée et cette déclinaison du mot “ ensemble ” qui culmine très discrètement et très magnifiquement dans la scène finale de sommeil, d’éveil, et de joie. »

(1) Joseph Delteil (1894-1978) : poète, essayiste, romancier, auteur d’une quarantaine de livres, figure originale et anticonformiste de la littérature française.