Trilogía para un hombre solo

Trilogía para un hombre solo - Nicolas Philibert
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1987 / 53 minutos / Francia • DCP (desde 16 mm) • Sonido mono

Uno de los más fabulosos «encadenamientos» jamás realizado por un alpinista: el 12 y 13 de marzo de 1987, Christophe Profit, de 25 años, logró hacer en 40 horas la ascensión invernal de las tres caras norte más grandes de los Alpes: Grandes Jorasses, Eiger y Cervino.

Pero más allá de la idea de «cubrir» el evento, la película muestra lo que ocurre entre bastidores: la historia del proyecto, los altibajos de los preparativos y la personalidad de su autor, bailarín de las verticales que concentra en la punta de sus dedos la energía y los reflejos de la vida.

1987 / 53 minutos / Francia • DCP (desde 16 mm) • Sonido mono

Imagen Laurent Chevallier, Denis Ducroz, Olivier Guéneau, Richard Copans • Sonido Olivier Schwob, Bernard Prud’homme, Freddy Loth • Montaje Marie Quinton • Música original André Giroud • Asistentes de dirección Suzel Galliard y Serge lalou • Directora de producción Françoise Buraux • Productor delegado Yves Jeannneau • Una coproducción Les Films d’Ici, Antenne 2 • Con la participación de Millet.

Gran Premio de las Jornadas Internacionales de cine de Aventura deportiva, Hakuba (Japón), 1987 • Diable d’Or, Festival International du Film Alpin, Les Diablerets (Suisse), 1987 • Grand-Prix du Festival Mondial de l’Image de Montagne, Antibes, 1987 • Premio especial del Jurado, Festival internacional de cine de aventura, La Plagne, 1987 • Gra nPremio del Festival de Teplice Nad Metuji (Tchécoslovaquie), 1988 • Triglav d’argent, Festival international de Kranj (Yougoslavie), 1988.

Primera difusión tele : julio de 1987 / Antenne 2.

En 1986, la suerte me sonríe. La película Christophe, que acabo de terminar, ha tenido un cierto eco en el mundillo del cine de montaña: recibe premios en festivales especializados y la compran varias televisiones extranjeras. Hay que decir que desde hace algún tiempo, las películas de «deporte aventura», como se decía entonces, asisten a una auténtica explosión, en el momento en que empiezan a desarrollarse nuevas prácticas: parapente, surf, descenso de cañones, rafting, snowboard, barefoot, salto con elástico, etc. Las cadenas de televisión siguen este movimiento. TF1, Antenne 2 y France 3 les dedican, cada una, un programa semanal. Esta efervescencia mediática hace escuela: los “aventureros” se multiplican. Para financiar sus proyectos, buscan patrocinadores, que cambian aportación financiera por imágenes…

El campo de la alta montaña no escapa a estos tiempos de cambio. Teniendo en cuenta que todas las cimas de los Alpes no sólo han sido “conquistadas”, sino que lo han sido por todas las vías posibles, desde todas las caras y desde todos los ángulos – en verano, en invierno, en solitario, etc – hay que inventar nuevos desafíos, de ahí la aparición del concepto de «encadenamiento» que conocerá un auge extraordinario en los años 80. Otro fenómeno nuevo será la aparición del cronómetro. Hasta ahora, el prestigio residía en la dificultad de la ascensión realizada, independientemente de  lo que se tardara en hacerlo. Pero desde hace unos años, ha aparecido una nueva generación de alpinistas que no duda en lanzarse por las vías más complicadas en “solo integral” o, dicho de otro modo, sin cuerda ni ningún otro sistema de sujeción. Uno sube solo, sin sujeción y, una vez arriba, se baja en parapente o ala delta. Los horarios se pulverizan.

Christophe Profit es de esos. El 30 de junio de 1982 entra de lleno en la Historia del Alpinismo escalando la “Directa Americana” de la cara oeste de los Drus en 3 horas 10, cuando los mejores encordados necesitan un día y medio para hacer la misma vía. Tiene sólo 21 años. En marzo del 85, se adjudica la cara norte del Eiger en 10 horas, mientras que las dos ascensiones invernales en solitario de esta misma pared, realizadas por un japonés, primero, y un francés después, les costaron, respectivamente, 8 y 6 días a sus autores.

A finales de 1986, prepara la ascensión “encadenada” de las tres mayores caras norte de los Alpes – Grandes Jorasses, Eiger y Cervino – y me propone que haga la película retrato de tamaña cabalgada. Después del rodaje en los Drus, concebido como un rodaje de ficción (remake de su hazaña de junio del 82, necesitamos varios días para «reconstituir», plano por plano, la continuidad de una ascensión que se supone se realiza durante unas pocas horas), la perspectiva de una película rodada, esta vez sí, en tiempo real, me resulta muy atractiva.

A principios de enero, me reúno con Christophe en su casa, en Chamonix. Está metido de lleno en su proyecto y se prepara minuciosamente con ayuda de Sylviane. Régimen alimenticio estricto, entrenamiento diario: escalada, esquí de fondo, cascadas de hielo, footing… Dieciocho meses antes, ya ha “encadenado” por primera vez las tres caras míticas – ¡y en 24 horas! – pero era en verano, mucho más “fácil”. Esta vez, cree que tardará unas 40 horas.

Las caras norte de las Jorasses, el Cervino y el Eiger, durante mucho tiempo denominadas “los tres últimos problemas de los Alpes», son las más prestigiosas para los alpinistas de todas las generaciones; no sólo porque fueron escenario, en el pasado, de aventuras legendarias – con frecuencias dramáticas – sino, porque su dificultad, su amplitud, el esfuerzo que exigen siguen cautivando los deseos y alimentando los fantasmas de los más osados. Con sus 1.650 metros de desnivel, la del Eiger es sin duda la más impresionante y la menos hospitalaria de las tres. Vertical, si no inclinada hacia fuera, en dos tercios de su longitud, esta gigantesca muralla calcárea, continuamente helada, se ve frecuentemente barrida por desprendimientos de piedras. La cara norte del Cervino ofrece una imagen más deslumbrante. Es la montaña por excelencia, la pirámide perfecta. Pero la roca no es de buena calidad y suele verse sacudida, también ésta, por desprendimientos de piedras. Por último, inmensa barrera tan ancha como alta, alzándose por encima del Mar de Hielo, la cara norte de las Grandes Jorasses reúne varios itinerarios «mixtos», que conjugan pasillos de hielo y promontorios rocosos y que no ofrecen escapatoria.

Con ayuda de fotos y mapas, Christophe me expone su itinerario con todo detalle. La víspera del día D, subirá al Refugio de Couvercle, del que saldrá hacia las doce de la noche, después de haber dormido un poco, para dirigirse al pie de las Jorasses, desde donde cree poder empezar la ascensión a eso de las 3 de la mañana. Una vez en la cima, que espera alcanzar a media mañana, se lanzará en parapente en dirección a Courmayeur, en la vertiente italiana del macizo del Mont-Blanc, en donde le esperará un amigo con el coche. Llegará a Chamonix, desde donde volará en helicóptero hasta el pie del Eiger, en el Oberland de Berna. Después de la cara norte del “Ogro” (Eiger) y un nuevo vuelo en parapente, un helicóptero le llevará al Valais… en donde ya ¡sólo tendrá que escalar el Cervino!. Aparentemente simple, la organización del proyecto es más complicada de lo que parece, sobre todo por insondables motivos jurídicos: en principio, un helicóptero francés no puede sobrevolar el territorio Suizo… y al revés. En cuanto al rodaje propiamente dicho, es un auténtico quebradero de cabeza. Trayectos en coche, vueltas en helicóptero, pasos de aduana con el material cinematográfico, cargar la película en las cámaras, sujeción de los técnicos en caso de que el helicóptero les dejara en plena pared, comidas, bebidas calientes, sitios para dormir… las dificultades de tipo logístico son incontables y nos hacen comprender, casi de inmediato, que necesitaremos tres equipos autónomos y, como mínimo, dos helicópteros, sin contar el que utilizará Christophe para ir de un macizo a otro. Vamos a tener que revisar el presupuesto al alza.

Entre tanto, filmo un poco a Christophe en los entrenamientos y me vuelvo a París para empezar con la preparación. A las dificultades ya mencionadas, se añaden todas las que son consecuencia del frío. El material es objeto de nuestras mayores atenciones. No podemos permitirnos que una de las cámaras nos deje tirados a mitad de camino. Se alimentarán con baterías de litio, que se supone resisten a temperaturas de 40º bajo cero. A mediados de febrero, todo está listo. Aunque seguimos teniendo una incógnita: ¿qué tiempo hará? Será precisamente el tiempo quien nos marque la fecha de inicio del rodaje. Todo el equipo está en stand by. Christophe llama todos los días, por la mañana y por la noche, a las estaciones meteorológicas de Chamonix y del aeropuerto de Ginebra. Enseguida, me entero de que no tendremos la exclusiva de las imágenes… ¡ni mucho menos!  Antenne 2, Paris-Match, Europe 1, la Televisión Suiza Romanda, el Equipe Magazine y la revista de montaña Alpirando también están invitadas. ¿Cómo conseguirá Christophe mantener toda la concentración necesaria si tiene que escalar rodeado de un enjambre de helicópteros? Cuanto más tiempo pasa, más presión.  Cada vez duermo peor.

El 9 de marzo, después de tres semanas de tiempo grisáceo, nos anuncian por fin un resquicio de buen tiempo. ¡Buen tiempo, frío y seco! Christophe nos confirma que las tres caras están en buenas condiciones: cubiertas de hielo vivo y no de nieve blanda e inestable. ¡Bingo! Corriendo a Chamonix. Última reunión. Por enésima vez, pasamos revista a todas las operaciones:  desplazamientos en coche, rotaciones en helicóptero, bajadas en pared, material, cargadores de las cámaras, bocatas, carné ATA para las aduanas, alojamiento, etc. Cada técnico tiene consignas muy precisas.  Los medios de comunicación también están presentes: las radios, las teles, Paris-Match… Si no queremos pisarnos o pegarnos por un sitio en un helicóptero, vamos a tener que establecer una reglas de buena conducta entre todos nosotros. Es la primera vez que un alpinista va a escalar “en vivo y en directo”. Estamos entrando en una nueva era. Aunque había resistido mucho apartado del circo mediático, ahora le ha llegado el turno al alpinista, también él ha sucumbido.

Evidentemente, este aspecto hará que corran chorros de tinta. Algunos hablarán de herejía. Criticarán que Christophe Profit utilice un helicóptero, su preparación física, planificada al milímetro, el seguimiento médico, comparable al de un deportista de alto nivel. Le acusarán de haber transformado la montaña en un circo y de haber orquestado personalmente el baile de medios de comunicación. Aún así,  la hazaña conseguida seguirá siendo excepcional por las cualidades físicas y mentales que exige. Entonces, ¿qué es Profit, una máquina de escalar? ¿Un tarado? ¡Nada más lejos! Christophe, sensible y cariñoso, ha conseguido lo extraordinario en montaña sin perder un ápice de su inmensa sencillez.

Nicolas Philibert

Trilogía para un hombre solo - Nicolas Philibert
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Trilogía para un hombre solo - Nicolas Philibert
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Alpirando - avril 1987

Suspense dans l’Eiger, par Christophe Profit (extraits)

« A 16 heures je démarrais la face nord de l’Eiger. Rapidement je m’aperçois que les cordées qui me précédaient se sont trompées, et je dois faire ma propre trace pour rejoindre le premier passage difficile sous la traversée Hinterstoisser. Il valait mieux connaître ! Arrivé à cette fameuse traversée je rencontre la première cordée : des coréens venus chercher le corps d’un amis disparu à l’automne. Au-dessus, je tombe sur deux anglais tandis que deux hélicos nous tournent autour : un barouf dingue et surtout des coulées par le souffle des pales. Les anglais avaient décidé de redescendre à cause des mauvaises conditions, et moi je continue !-

(…)

Les premières grosses difficultés ont commencé juste avant la nuit, entre le premier et le deuxième névé. J’ai commencé à avoir les boules sur le grand névé ; je l’avais fait une fois en hiver par une neige dure, et là je devais me battre avec une glace noire et dure, vérifier chaque ancrage.

J’ai pris mon mal en patience. Presque arrivé au Fer à repasser j’ai trouvé un autre gros obstacle : des bouchons de neige dans les fissures. Avec la panne du Barracuda j’ai commencé à nettoyer, ce qui m’a pris pas mal de temps. J’ai franchi ce passage d’une longueur pour atteindre le Fer à repasser et à la fin j’avais deux doigts complètement blancs. Je n’avais jamais eu les doigts dans cet état. Je me suis immédiatement arrêté pour les masser. La circulation est revenue et j’ai rejoint le Bivouac de la Mort. J’avais fait une vacation radio au niveau du premier névé, et là j’en ai refait une. Au fur et à mesure je me rendais compte que cela devenait de plus en plus problématique et en arrivant à la Rampe j’ai vraiment pris un coup au moral. Je savais que le problème était là, mais à ce point ! Quand j’ai fait les premiers mètres dans la Rampe je me suis dit que vraiment ce n’était pas possible de grimper dans ces conditions ! J’ai appelé à la radio et je le leur ai dit.
De la Rampe on voit très bien la Kleine Scheidegg, l’hôtel où ils étaient, et jamais je n’avais perçu avec une telle acuité le contraste entre la vie là-bas et moi dans une situation aussi précaire. Je leur parlais à la radio et pour un rien, une demi seconde après je pouvais me casser la figure et débouler 1000 mètres de paroi. Je pouvais leur parler, me confier et en même temps j’étais en plein vide sur mes pointes de crampon accrochées à des bouchons de neige branlants : ça m’a fait tout drôle. J’ai continué dans La Rampe en faisant super gaffe. Je me souviens notamment d’un passage dont trois fois de suite je me suis approché, revenant à chaque fois en arrière sans oser le tenter tellement cela me paraissait tangent. Je n’avais aucune possibilité de m’assurer, tout était recouvert de neige et j’étais obligé de passer au moral. Là j’ai eu le sentiment de jouer à la roulette russe, j’étais sur les pointes de mes crampons et tout pouvait arriver. La radio c’était mon paquet de cigarettes, c’était instinctif, je ne pouvais m’empêcher d’appeler. Ensuite je suis arrivé au passage clé de La
Rampe, la fissure: là c’était carrément sordide. Trois bouchons successifs barraient la fissure, une neige bien durcie.

Il n’y a pas d’autre passage. Il fallait nettoyer : j’ai mis une heure trente pour tout dégager sur vingt mètres. Je trouvais des pitons au fur et à mesure donc je pouvais m’autoassurer. Pour l’un des bouchons j’étais dessous à essayer de dégager la neige et d’un seul coup un énorme bloc m’est tombé sur la nuque.

(…)

Dès les premières lueurs du jour, je me suis lancé dans la Traversée des Dieux : c’est vertigineux et j’ai pris le temps de m’assurer. Je suis arrivé à l’Araignée : c’était une étape, le moral allait mieux. Ensuite les fissures de sortie m’ont posé moins de problèmes que je ne le craignais. Je me sentais fatigué, sans plus. C’est en arrivant sur l’arête sommitale que j’ai eu le gros coup de barre. Je m’arrêtais tous les dix mètres. A 9 h 30, en arrivant au sommet où Sylviane m’attendait, j’ai complètement craqué. Je me suis mis à pleurer. Puis je suis arrivé près de l’équipe cinéma et je sanglotais. Je pouvais me laisser aller : pour moi c’était gagné. Je sortais vivant d’une nuit de cauchemar et c’était un immense bonheur. Elie Hanoteau m’attendait avec mon parachute. Le vent avait forci et il m’a dit que le décollage ne serait pas évident. Je n’ai pas hésité, j’étais en hypothermie. J’avais les joues blanches, mon pantalon était dur comme du bois, j’étais très marqué et j’ai estimé que c’était trop dangereux dans ces conditions de partir en parapente… »

L'Humanité Dimanche - 4 juillet 1987

« Bien sûr, le réalisateur ne s’est pas privé de ces images fantastiques d’un homme seul dans l’immensité rocheuse, de ce ballet irréel d’un alpiniste dansant à la verticale sur une paroi de glace, un piolet dans chaque main et des crampons aux pieds, de ce travelling étourdissant autour de Christophe Profit « sortant » des Grandes Jorasses ou de sa vertigineuse descente pendu sous un parapente multicolore. Mais il a su aller au-delà et saisir ces petits gestes, ces paroles sans importance, qui donnent sa dimension humaine, la vraie, à l’exploit. Paradoxalement les images les plus lumineuses de ce film sont celles qui illustrent l’ascension nocturne de l’Eiger. Christophe Profit n’est plus à l’écran, mais il est autrement présent, par le seul lien qui l’unit à sa compagne Sylviane, un talkie-walkie. Un filet de voix sort des ténèbres, « J’ai froid aux pieds ! » et la solitude du grimpeur, le silence et le froid, le sommeil et l’épuisement deviennent évidents. »

Libération - 5 juillet 1987

« Avec trois équipes de tournage, 10.000 mètres de pellicule et 15 heures d’hélicoptère, Philibert dissèque tous les préparatifs de Profit. Une équipe dans la paroi, l’autre au sommet qui se relaient en permanence. Dans la nuit du 12 au 13, Christophe connaît de grandes difficultés dans l’Eiger. Froid et lampe électrique en panne. Le retard s’accumule. Au sommet Christophe porte les stigmates d’une nuit d’enfer. Tout le monde l’entoure comme un nouveau né. Plan après plan Trilogie pour un homme seul est un film d’amour. »

Montagnes Magazine - Juillet 1987

« … Tout y est. La chronique d’une passion, l’histoire d’une obsession, l’aventure d’un couple, le portrait d’une solitude, et l’observation du grand cirque médiatique. Plus il y a de monde autour de Christophe Profit et plus il est seul. Au-delà des formidables images de montagne de l’ascension métronome du Croz ; de la performance technique du ballet caméra / hélico / parapente (bravo à l’opérateur et au pilote), de l’émotion dans la nuit de l’Eiger ; je garderai une image. Celle de ce petit grand homme en lévitation, tout seul au sommet des Grandes Jorasses ; la caméra qui s’éloigne et qui révèle le gros insecte vrombissant à quelques mètres ; et l’alpiniste qui paradoxalement semble encore plus seul. La majeure partie du film a été tourné en direct, comme un grand reportage, et pourtant Philibert sort de son chapeau une histoire d’amour. »